

Y se proclamaba Barcelona sede olímpica el 17 de octubre, para alegría de todos nosotros, por fin se celebraría una Olimpiada en nuestro país seis años después, que tantas alegrías iba a proporcionar a varias generaciones de deportistas.
En 1986 me encontraba yo continuando mis estudios en el Instituto de Orcasitas. Había iniciado el septiembre anterior el curso de C.O.U. y ya empezaba a mostrar mis carencias en la rama de Ciencias; en Tercero de B.U.P. me había sido difícil seguir el ritmo y excepto en Química, donde conseguí unas buenas calificaciones, en Matemáticas y Física encontré un muro que ese año no pude sortear, teniendo que repetir curso con dos asignaturas al año siguiente.
Cierto es que fue un año muy convulso para mí, con circunstancias personales a las que nunca acudí para justificar mi bajonazo académico pero que, verdaderamente, tampoco me ayudaron a superarme especialmente al final del curso. En la fotografía, junto a Juani, en una escena de la obra de teatro que interpretamos al final del curso, El Principito. Reconozco que la elección de ella para el papel principal suscitó en mi cierta envidia...
En Mayo , en una visita al dermatólogo, mi padre era diagnosticado con un melanoma maligno tras el resultado de una biopsia a un lunar que ocupaba un pequeño espacio en el abdomen. El pronóstico, una vez analizados los informes, no era demasiado halagüeño y en ese momento cayó en una profunda depresión de la que nunca llegó a recuperarse del todo. A partir de aquel fatídico día, y ya yo con mis notas prácticamente a punto de confirmarse, tomamos en casa la decisión de que le acompañase, todos los días, en su trabajo, en el camión, para hacerle compañía. Para mí aquello fue muy duro; tenía que intentar que mi padre no se viniese abajo, distraerle, ayudarle a sobrellevar un presente que le anticipaba un futuro incierto, por desgracia nefasto y a la vez veraz. Fueron unos momentos muy duros; mi madre, mis hermanos, el resto de la familia volcados intentando animar a una persona a la que habían confirmado la crudeza de la evolución de la enfermedad y la estimación de su esperanza de vida.

Pero como todo lo que ocurrió en la mía desde que inicié este viaje, mientras hay vida hay esperanza y en las nuestras se cruzó, así, de forma espontánea, un bonito animal que iba a hacernos compañía y de alguna forma a distraer nuestra atención de tan terribles noticias. Jackie, que así fue bautizado, era un perrito de raza desconocida, que un día, en la parada del autobús frente a la Cafetería Las Vegas, empezó a hacerse amigo de mi hermana. Esta sucumbió ante la fuerza de su mirada, esa carita tan alegre y esa forma de caminar, y lo trajo a casa. A mis padres les dio mucha pena ese perro abandonado y, desde ese momento, ya aseado y vacunado, comenzó a formar parte de la familia y a todos nosotros nos hizo mucha compañía.
En AJUVA empezamos a editar nuestra primera revista, TRIBUNA JUVENIL. En ella, con un estilo magazine, tocábamos absolutamente cualquier tema de interés, tanto asuntos del barrio como relacionados con cualquier ámbito nacional o internacional; lo bueno es que nos sentíamos tremendamente libres para poder escribir, opinar, comunicar al mundo nuestras preocupaciones, nuestros deseos de cambiarlo y también nuestras Molinadas. Llamábamos Molinada a cualquier estupidez carente de sentido, bien por contradictoria, errónea o absurda, que salia de nuestras bocas y por las que nos auto condenábamos a la burla general, que además y desde ese mismo momento, sería pública y explotada hasta la saciedad. Molina era y es, uno de los nuestros, un amigo que desde la época del Colegio Villaverde, formó parte importantísima en nuestro corazón, y cuyos comentarios dieron lugar al termino Molinadas que incluso abría, quizás, la sección más leída de la edición.
Ese verano de 1986 era mi tercer verano con "los Vicentes", que también pasé en casa de mi primo Pepe Luis. Fue un verano especial, quizás marcado ya por todo lo que pasaba en casa y también porque yo no había podido superar el C.O.U. No obstante, intenté, como cualquier chaval de 18 años, evadirme todo lo que pude, intentando coger fuerzas para el comienzo del curso en Septiembre así como para volver a hacer frente a la realidad de la que era imposible escapar. Durante algunos días de ese verano, consciente ya de la necesidad de pasar mas tiempo con mi padre, y con la llegada a Almeria de mis tíos Agustín y Antoñita, hicimos algunas excursiones a sitios maravillosos, a playas como Monsul o Los Genoveses cuyas fotografías acompañan estas letras; mis tíos se volcaron con mis padres. Mi tío Agustín se había ido convirtiendo en todo un gran amigo para mí, un baluarte y un apoyo incondicional que dio sentido a la forma de sobrellevar aquellos y posteriores momentos, siempre con una forma de ser que le situó, tras su pérdida, entre uno de mis Inmortales a los que iré dedicando algunas lineas.
Y con Carlos, Rosi, Miguel, Vicente, Amparo, y Vicente...volví a revivir maravillosos momentos de veranos anteriores y volví a disfrutar del sentimiento tan arraigado que a ellos ya me había unido. Eran, fueron, son y serán, mis amigos; y en aquel año nos lo pasamos también genial. Y con Javi, que ese año también vino algunos días; con Jesús el Roxford y con Indiana Jones, con Paquito, y con Fernando"; qué risas en el Chalet de los Vicentes con Vicente padre, cuando Paquito decía que cuantos coches de Alicante había en Almería... jajajaja...cuando Vicente le pregunta: "Y tú como sabes eso" y el otro le contesta que es que no para de ver coches con matrícula AL...
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Jesús "El roxford", Miguel, Sophie, Rosi y Paquito (yo entre ellos) |
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Indiana Jones, Paquito, Rosi, Miguel, Javi, Carlos y Jesús Roxford (yo entre ellos cantando) |
Y con Fernando, que por el marcado color oscuro de las plantas de sus pies fue bautizado como "Fernando Pies Negros". Madre mía, qué crueldad la nuestra, y a la vez, qué amistad, porque hay que ser amigo y a la vez poca verguenza para elegirle mote, a una persona que ha perdido un brazo entero y prácticamente todos los dedos de la mano del otro brazo, y le llamábamos "El Palmero de los Chichos". Pero había que ver a Fernando desenvolverse, incluso para encenderse "un cigarrito" como él decía... No hoy, desde entonces, todo mi reconocimiento, toda mi admiración a esa gran persona, Fernando, a quien hace mucho tiempo no he podido ver y a quien estoy deseando reencontrar...
INMORTALES. 1.- JOSE MANUEL.
Sin embargo, a la vuelta de aquel verano de tan bonitos recuerdos, se sitúa en la curva de mi vida uno de los momentos más tristes, más impactantes y que rasgaron con violencia mi corazón.Eran aproximadamente las 18,00 horas del 19 de octubre de 1986 cuando sonó el teléfono en casa. Mi madre cogió la llamada, era mi tía Lola...el rostro, y sobre todo, sus silencios...avisaban de que algo muy malo pasaba..
Colgó el teléfono. No podía hablar...."José Manuel...ha tenido un accidente...y están en Córdoba los titos...en el Hospital Reina Sofía...Nos vamos para allá.". Fué como un puñal que se clava en tu vientre y lo abre despacio...
Tardamos pocos minutos en coger cuatro cosas y salir pitando hacia Córdoba. Yo tenía al dia siguiente el examen practico de mi carnet de conducir; mis padres me dijeron: "Quédate..que tienes el exámen". Yo les miré y ni contesté, cogí mis cosas y me apresté ligero hacia el Renault 12. "Vamonos, vamonos ya" contesté.
Colgó el teléfono. No podía hablar...."José Manuel...ha tenido un accidente...y están en Córdoba los titos...en el Hospital Reina Sofía...Nos vamos para allá.". Fué como un puñal que se clava en tu vientre y lo abre despacio...
Tardamos pocos minutos en coger cuatro cosas y salir pitando hacia Córdoba. Yo tenía al dia siguiente el examen practico de mi carnet de conducir; mis padres me dijeron: "Quédate..que tienes el exámen". Yo les miré y ni contesté, cogí mis cosas y me apresté ligero hacia el Renault 12. "Vamonos, vamonos ya" contesté.
Cuando llegamos a Córdoba tuvimos conciencia de la gravedad del accidente. José Manuel estudiaba en la Universidad Politécnica de Linares, sus estudios de Ingeniería técnica. Habían salido a tomar algo el sábado por la noche, y a la salida de una curva, el coche se salió de la carretera y...

Aquella noche, miércoles 22 de Octubre, llegaban al Cortijo mis tíos y mis padres...acompañando a José Manuel, y el lugar, aquel paraje tan bonito que tantos dias, tardes y noches de gloria nos había dado, se convirtió en un Sepulcro en el que no cabía un alfiler.
Recuerdo los ladridos de Poldark, fiel escudero y compañero de aventuras de José Manuel, cuando llegaban los coches... No había forma de calmarlo, los alaridos de aquel animal desconsolado y conocedor de la terrible pérdida anticipaban el zarpazo de la peor de las noticias que unos padres pueden recibir.

Y en aquel momento se fue Jose Manuel pero nació para mi su Leyenda, uno de mis primeros INMORTALES. Pasarán los años, han pasado ya más de 32 pero su recuerdo es imborrable para mí. Por muchas razones, especialmente porque era una de las personas más buenas que he conocido en mi vida; era un hombre bondadoso, lo tenía todo para triunfar en la vida; un chico estupendo, buen hijo, hermano, nieto, primo, sobrino, novio, estudiante,amigo, comprometido con el mundo, siempre dispuesto a ayudar a todos, aquella sonrisa perenne en la boca, muy trabajador, que supo en todo momento mientras estuvo en este mundo extraerle el sentido a la vida, ajeno a que esta le arrebataría su presencia de una forma cruel, despiadada, nocturna, traicionera y rastrera. Pero él habia dejado ya su testimonio, era imposible que aunque transcurriesen los años, nadie de su entorno, su familia, sus amigos, sus Llanos de La Cañada y su Alquián, lo olvidasen. Porque como siempre digo, nadie se va si no nos olvidamos de ellos y puedo aseguraros que de José Manuel, nunca ni nadie, podrá olvidarse jamás.
Podría contar muchas anécdotas; tuve con el mil y una historias, tantas como jarras de cerveza con tapas nos llegamos a tomar en Los Arcos, o en Galaxia, o kilómetros hechos con la moto por la provincia de Almería para asistir a cualquier pueblo, barrio o barriada que nos diese cobijo.
¿Y su éxito con las chicas? Yo que iba a decir, si Jose Manuel pronto se convertía en el centro de sus miradas y ojitos; bastante tenía yo con sentirme orgulloso de ir con él por si alguna de las amigas quería conversación y baile...
Retamar, Los Llanos de El Alquián y La Cañada, Aguadulce, Mojácar, La Noria, Campohermoso, San Isidro, Níjar, etc...todos y cada uno de los sitios que tuve la suerte de visitar en su compañía..
Y sus amigos, Paco Pepe el ronquillo en Los Llanos, Erick el belga, Paco Rueda,..
Sus primos, que fueron para mi como si fuesen los míos...Antonio, Carmen Mari, Rosa, Consuelo, Maria Rosa, Carmen, Manola, y sus parejas, que los mas mayores de ellos ya incluso se habían casado; Cristóbal, Pepe, Andrés.. qué grandes personas todos ellos...sus tíos; a todos quiso, todos le quisieron con locura...
La muerte de José Manuel marcó mi vida; fue mi primer enfrentamiento con el destino sabiendo éste que siempre sale vencedor. En aquella ocasión, no fue trágico el dolor de su victoria sino su premura, lo retorcida de la misma por cobrarse aquella vida, la de mi primo, con un futuro que cualquiera que lo habiamos conocido ya podiamos presagiar de brillante... Con el paso del tiempo he ido comprendiendo que todos llegamos a la misma estación, y que en ella nos reencontraremos con aquellos que se bajaron antes de este tren. José Manuel lo hizo de forma repentina, una fria noche en una carretera inhóspita. Una noche en la que por esos regates del destino, de forma casual, yo no estaba en ese coche..
Aquel verano, Jose Manuel y yo acordamos mi viaje a Linares a conocer su mundo, su gente, su piso, su vida allí.
Y una vez cerrada la fecha para ese viaje para el fin de semana del 18 de octubre, algo surgió que impedía mi viaje: me examinaba del práctico del carnet de conducir el lunes 20 y por la cercanía a dicha fecha, decidí retrasar el viaje a otro finde. Escribí a mi primo Jose Manuel una carta para contárselo, para explicarle que mejor lo posponíamos por dicha circunstancia...
Mi corazón, roto ya por la ausencia de Jose Manuel, tuvo que sufrir otro revés. Las Navidades de aquel año decidí ir a pasar la Nochevieja con mis tios, para sumar bulto en su ya vitalicia soledad. Yo sabía que ninguna compañía podía rellenar hueco alguno, pero al menos haría lo que quería hacer y estaría donde, aun no con quien, quería estar.
Al poco de llegar, mi tia Rosalía, con un nudo en la garganta, me entregó...intacta..sin abrir...esa carta con la que con tanto cariño quise explicarle a Jose Manuel que al final no viajaría a Linares en aquella por desgracia, fatídica fecha. Y hoy la conservo, con el animo de que a quien corresponda, haga lo que debe hacer para que la misma llegue conmigo a mi estación de destino: La Isleta del Moro.. Y es que si el destino quiso que aquella carta no se abriese jamás, así sea y quede sellada para siempre...
Una gran lección de generosidad por parte de mis tíos y mi prima Rosalía permitió que personas desconocidas pudiesen vivir; la donación de sus órganos fue para todos la confirmación de que Jose Manuel seguía vivo, allí, aquí, allende los mares de Alborán que tanto amaba...
Y al poco escribí este pequeño artículo, en nuestra revista de AJUVA, en su homenaje. En él recuerdo con emoción una noche, en la Nochebuena de 1985, en la que nos refugiamos en la "Habitación de al fondo". Esta, era una pequeña habitación sin ventana que mi padre había reformado en lo que era la antigua tienda de juguetes, y que se había convertido en lugar para el descanso, para ver partidos de televisión, para juntarnos con amigos, etc. Cada uno le daba el uso que quería.
Y Jose Manuel y yo aquel 24 de Diciembre nos bajamos allí, para ponernos al día, para hablar de ilusiones, de sueños, de proyectos, de chicas, de amores y desamores, y botella en mano, nos agarramos una buena borrachera al compás de la música de Luis Eduardo Aute que nos llevó directamente hasta el Alba...
Y es que la huella de José Manuel quedó grabada para siempre. Una huella no es siempre algo físico, una señal o rastro que queda de una cosa o de un suceso. El recuerdo de Jose Manuel cruzó el espacio y el tiempo, quedó, por ejemplo, reflejada en este prólogo que con tanto cariño como tristeza, nuestro tío, el tito Manolo Hidalgo, dedicó en su libro TRAZOS, publicado en 1987.

Y quedaron su vida y su obra viajando en el tiempo, como el tigre que con tanto cariño replicó en la pared de su habitación, pintada en cada uno de nuestros corazones. Dejó su cariño, el áura que solo rodea a aquellos elegidos por la gloria, sus inagotables muestras de amor a todos los que tuvimos la suerte de conocerle, y nos impregnó con esa particular forma de ser y querer.
Va por ti, primo, el homenaje que nunca te había hecho y que ahora me siento orgulloso de escribir. Me quedé con ganas de haber pasado más tiempo contigo, y lo sabes. En aquella carta también te hablaba de esa espina que siempre me acompaña. Siempre conmigo, siempre con nosotros, nunca te olvidamos y nunca te olvidaré.
Yo siempre lo digo; ojalá me hubiese parecido un poco más a mi primo Jose Manuel...ojalá nos pareciésemos todos y el mundo sería un poco mejor...
La muerte de José Manuel marcó mi vida; fue mi primer enfrentamiento con el destino sabiendo éste que siempre sale vencedor. En aquella ocasión, no fue trágico el dolor de su victoria sino su premura, lo retorcida de la misma por cobrarse aquella vida, la de mi primo, con un futuro que cualquiera que lo habiamos conocido ya podiamos presagiar de brillante... Con el paso del tiempo he ido comprendiendo que todos llegamos a la misma estación, y que en ella nos reencontraremos con aquellos que se bajaron antes de este tren. José Manuel lo hizo de forma repentina, una fria noche en una carretera inhóspita. Una noche en la que por esos regates del destino, de forma casual, yo no estaba en ese coche..
Aquel verano, Jose Manuel y yo acordamos mi viaje a Linares a conocer su mundo, su gente, su piso, su vida allí.
Y una vez cerrada la fecha para ese viaje para el fin de semana del 18 de octubre, algo surgió que impedía mi viaje: me examinaba del práctico del carnet de conducir el lunes 20 y por la cercanía a dicha fecha, decidí retrasar el viaje a otro finde. Escribí a mi primo Jose Manuel una carta para contárselo, para explicarle que mejor lo posponíamos por dicha circunstancia...
Mi corazón, roto ya por la ausencia de Jose Manuel, tuvo que sufrir otro revés. Las Navidades de aquel año decidí ir a pasar la Nochevieja con mis tios, para sumar bulto en su ya vitalicia soledad. Yo sabía que ninguna compañía podía rellenar hueco alguno, pero al menos haría lo que quería hacer y estaría donde, aun no con quien, quería estar.
Al poco de llegar, mi tia Rosalía, con un nudo en la garganta, me entregó...intacta..sin abrir...esa carta con la que con tanto cariño quise explicarle a Jose Manuel que al final no viajaría a Linares en aquella por desgracia, fatídica fecha. Y hoy la conservo, con el animo de que a quien corresponda, haga lo que debe hacer para que la misma llegue conmigo a mi estación de destino: La Isleta del Moro.. Y es que si el destino quiso que aquella carta no se abriese jamás, así sea y quede sellada para siempre...
Una gran lección de generosidad por parte de mis tíos y mi prima Rosalía permitió que personas desconocidas pudiesen vivir; la donación de sus órganos fue para todos la confirmación de que Jose Manuel seguía vivo, allí, aquí, allende los mares de Alborán que tanto amaba...

Y Jose Manuel y yo aquel 24 de Diciembre nos bajamos allí, para ponernos al día, para hablar de ilusiones, de sueños, de proyectos, de chicas, de amores y desamores, y botella en mano, nos agarramos una buena borrachera al compás de la música de Luis Eduardo Aute que nos llevó directamente hasta el Alba...
Y es que la huella de José Manuel quedó grabada para siempre. Una huella no es siempre algo físico, una señal o rastro que queda de una cosa o de un suceso. El recuerdo de Jose Manuel cruzó el espacio y el tiempo, quedó, por ejemplo, reflejada en este prólogo que con tanto cariño como tristeza, nuestro tío, el tito Manolo Hidalgo, dedicó en su libro TRAZOS, publicado en 1987.

Y quedaron su vida y su obra viajando en el tiempo, como el tigre que con tanto cariño replicó en la pared de su habitación, pintada en cada uno de nuestros corazones. Dejó su cariño, el áura que solo rodea a aquellos elegidos por la gloria, sus inagotables muestras de amor a todos los que tuvimos la suerte de conocerle, y nos impregnó con esa particular forma de ser y querer.
Va por ti, primo, el homenaje que nunca te había hecho y que ahora me siento orgulloso de escribir. Me quedé con ganas de haber pasado más tiempo contigo, y lo sabes. En aquella carta también te hablaba de esa espina que siempre me acompaña. Siempre conmigo, siempre con nosotros, nunca te olvidamos y nunca te olvidaré.
Yo siempre lo digo; ojalá me hubiese parecido un poco más a mi primo Jose Manuel...ojalá nos pareciésemos todos y el mundo sería un poco mejor...