viernes, 15 de marzo de 2019

Aquellos maravillosos años. 1985.


1985 fue el año en el que entrabamos en la CEE; un año después se celebraría un referéndum para nuestra entrada en la OTAN. se abría la verja de Gibraltar, las mujeres entraban por primera vez y en igualdad de derechos en el Cuerpo Nacional de Policía.








En ese año, y próximo al fútbol, el recuerdo de la Final de la Copa de Europa en Heysel y de la que éramos testigos directos del fallecimiento de 38 espectadores de forma previa al partido que nunca debió disputarse. Recuerdo con tristeza las duras imágenes de aquella masacre, la entrega de la Copa de Europa entre incredulidad, lágrimas y rabia por lo ocurrido...





Mis recuerdos de aquel año comienzan tras unas Navidades estupendas con mis amigos de siempre, así como con mi nueva gente del Instituto. Con la cuesta de enero, comencé a ahorrar para conseguir ingresos por el viaje de fin de curso, que fue en abril. No solamente hacía tornillos, sino conseguía recursos adicionales mediante una Porra que organizaba semanalmente, y en la que cada número costaba 50 pesetas; entre amigos y familia conseguía cubrir cada semana los 100 números, daba un premio de 2.000 pesetas y me quedaba con 3.000 para poder costearme el viaje.

Aquel viaje Fin de Curso 1994-1995 que organizábamos los alumnos de 3º de B.U.P. junto con el Instituto lo hicimos a Lloret de Mar, y posteriormente y desde allí nos desplazamos a Andorra

Como suele ocurrir en estos viajes, era dormir de día o en los Autocares, y vivir de noche. Una semana de viaje, haciendo lo que nos daba la gana…Yo aún me pregunto cómo eran capaces algunos profesores de acompañarnos; especialmente a esa edad que la mayoría de nosotros teníamos, 17 años, éramos menores de edad totalmente descontrolados y con unas ganas locas de comernos el mundo. 

















Nada diferente a cualquier chaval a esa edad, por supuesto. Pero había que tener arrestos para confiar en que la normalidad, las reglas y la educación se convertirían en el sendero de un plácido y tranquilo viaje. Aquella realidad valía para muchos, pero no para algunos de nosotros a quienes era difícil manejar.

Habíamos creado una especie de grupo de amigos para diferenciarnos, cosas de críos. Nos llamábamos los SponjaS; en él nos integrábamos Maqueda, Cilleros, Cid, Abel, Juan Ángel y yo; era una estupidez de la edad que nos servía para mantenernos unidos y para “gallear” con otros grupos del Instituto.   




Aquel curso me había convertido en Delegado de forma no voluntaria; parte de mis compañeros me eligieron a dedo, pese a mi inicial negativa, para que no saliese otra compañera a quien no apreciaban demasiado. Derivado de esa responsabilidad, me vi obligado a pisar más de un charco, como fue enfrentarme con nuestra Profesora de Ciencias, “la Cifuentes”, por su particular y severa forma de llevar las clases, así como con Jesús de Historia, con quien tuve un pequeño desencuentro.

Jesús era un brillante profesor, muy apasionado de su asignatura y poco amigo del murmullo en clase mientras él exponía sus temas. Aquello que me ocurrió me sorprendió muchísimo, más que por inesperado, por el fondo de su comentario…
Un buen día, tras varias llamadas de atención a la clase por el escaso silencio, alguien, que doy mi palabra de que no fui yo, lanzó una bola de papel al encerado. Jesús, que se encontraba anotando en la pizarra, se giró, y con voz desairada, preguntó: “Quién de vosotros ha sido…quién de vosotros ha lanzado esto” mientras deshacía la bola de papel… “Esto es una falta de respeto muy grave…” Y en la clase, silencio sepulcral.  Volvió a repetirlo… Y en la clase, silencio sepulcral. Y, sin ningún tipo de duda y con firmeza en su conclusión, dirigió su mirada y su dedo índice hacia mí: “Teso, ha sido usted. Usted es de los que lanzan la piedra y esconden la mano”.
Mis compañeros de clase me miraban atónitos, sorprendidos, porque todo el mundo sabía quién había sido y no era yo… En menos de 1 sg, le contesté: “¿Pero tú qué coño dices? Que yo no he sido, a mí no me vas a hablar así”. Recogí mis apuntes con desaire, los metí en mi Carpeta, me levanté y me dirigí a la puerta de salida pegando un sonoro portazo… Automáticamente me fui a la Sala de Jefatura de Estudios a buscar a José Antonio para informar de lo que había ocurrido. En aquel momento el culpable de aquel incidente guardó silencio, la clase se dio por terminada. A los escasos días, Jesús se dirigió a mi de forma privada, y me pidió disculpas por aquel suceso. Yo le pregunté…” Pero Jesús, "¿qué has visto en mí para tratarme así de mal?”. No supo contestarme…y eso me preocupó aún más si cabe...
He de reconocer que aquel desagradable episodio me marcó; algunos profesores, como Asun de Filosofía, vinieron a hablar conmigo, por si tenía algún problema y quería apoyarme en ellos. Yo, sorprendido, les decía: “Pero si es que no sé que ha pasado, si es que yo no he hecho nada”… Julieta, que había sido tutora nuestra el año anterior, me advirtió: “no te cruces con Jesús que tiene mucho poder en el Claustro y te va a poner las cosas difíciles” … Sin embargo, al final, aprobé su asignatura y las dificultades me vinieron por haber elegido ciencias en lugar de letras, y eso que al final, en junio, ese año aprobé, cosa que no ocurriría un año más tarde, aunque las circunstancias iban a ser otras.
Fue un curso, aquel de 3º de B.U.P, que pese a estas pequeñas salvedades fue de esos cursos, o años, que no olvidas, que guardas en el baúl de los recuerdos y que te acompañan durante todo el viaje, vayas donde vayas, estés donde estés. Y de ese baúl extraigo algunos, como el que compartiré a continuación, más relacionado con mi familia, en concreto con mi madre, y que tanto ha dado que hablar…

Corría el mes de agosto de aquel año cuando, ya al regreso de las vacaciones, nos encontrabamos en ese espacio de tiempo en el que esperas ya el comienzo del nuevo curso escolar. Yo creo, o quizás mi percepción viene relacionada por la presencia en nuestra vida actual del aire acondicionado, que antes hacía más calor, o quizás nuestros recuerdos lo asocian así.
En todo caso, aquel fin de agosto del 85 era ciertamente caluroso. Mi madre tenía la costumbre de planchar en nuestro dormitorio, que parecía ser ligeramente mas fresquito.

Y aquel día, por la tarde, mi madre planchaba una prenda tras otra en medio de los vapores que soltaba la plancha. “Albertito, hijo, hazme un favor, y tráeme un vaso de agua fresquita del frigorífico…que estoy asada…” Y yo, que estaba en el salón, me dirijo a la cocina a prestar el servicio a mi madre. Pero en mitad del camino se aparece en mi hombro ese pequeño diablillo que todos tenemos y me susurra algo al oído…
Mientras tanto, el angelillo, en el hombro opuesto, me habla a la vez diciéndome: “No, no, no lo hagas…” Y en ese segundo en el que consciente o inconscientemente decides, preparo el vaso de agua a mi madre y me voy hacia mi dormitorio donde me la encuentro, bañada en sudor y colorada como un tomate…
Ella, con la sed que te produce la deshidratación de la exudación, toma el vaso de agua con extraordinario brío, sin testar la temperatura del cristal, y, literalmente, lo vacía en su boca….
Fue como una erupción volcánica del Timanfaya… Nunca he visto a mi madre enfadarse tanto conmigo como en aquella ocasión… Nunca ha entendido, ni entiende la broma… Y de hecho, varios días después en los que estuvo sin hablarme, así se lo recriminé…”Joder mamá es que no sabes aguantar una broma”… Y es que en aquel segundo decidí que en lugar de un vaso de agua del frigorífico, le llevaría un vaso de agua caliente a la que añadí dos cucharaditas de sal, bien disueltas, para que no se percatase del engaño…

Mientras tanto, yo seguía igualmente mi amistad con mis colegas de toda la vida, así como con mis nuevos amigos con los que nos íbamos haciendo mas grandes en AJUVA. Creo recordar que a nosotros se unió aquel año Guzmán, entonces era novio de Carmina.  Aquellas noches en La Pilarica a quien también conocíamos como “el guarro” donde nos íbamos a tomar un mini de cerveza al que acompañaba una suculenta tapa de patatas; también parábamos muchísimo por el Moisés. Madre mía la de ratos que me habré pasado en el Moisés, con Carlos, con Vicente padre, con Rosi, con Miguel; con unos y con otros. Parábamos también en El Frenazo, donde Miguel había hecho amistad con los hijos del dueño del bar.



Y entre cerveza y cerveza nos daba tiempo a ganar el Torneo de las Fiestas de Villaverde, a montar el Chiringuito para las Fiestas primero en aquel descampado frente a la Estacion de Villaverde y despues en el Parque Plata y Castañar, chiringuito que nos permitía ganarnos algún dinerillo que volaba rápido de nuestras manos...

 En fin, teníamos, como cualquier grupo, una serie de sitios a los que no fallábamos cuando las obligaciones de cada uno lo permitían, y también cuando no lo permitían… Porque recuerdo aquellos tiempos en los que subrayo siempre una sensación, la de la amistad, a la que practicaba devoción y que en algunos momentos incluso me confundía, situándome en un mundo real e irreal en el que me costaba seguir el camino de lo correcto, el que debía servirme para forjar mi propio futuro. En aquel año creo que comenzó también nuestra amistad con Yoli niña, quien junto con Pili la pollera llegó a nuestras vidas de la mano de Nines y la hermana de Yoli la Punki. Y es que éramos un grupo, AJUVA, al que aún no hemos agradecido todo y cuánto pudo hacer por nosotros porque creo que, como ocurre con el vino, la esencia de su sabor y aroma se incrementa con el tiempo...

Un año en el que mi equipo me llevaría a mi primera final europea, la de la Copa de la UEFA que disputábamos frente al Videotón y que en partido de vuelta, pese a perder en el Bernabéu por 0-1, nos permitía celebrar título europe aunque por aquellos entonces yo seguía con mi sueño de que quería ver al Madrid ganar la Copa de Europa, algo que se cumpliría 13 años después.

Fue el verano en el que llegaban al Madrid Gordillo, Maceda y Hugo Sánchez, que junto con la llegada de Buyo al años siguiente, compondrían un equipo de fábula que aunque no hizo que se cumpliese mi sueño, sí me dio unas tardes inolvidables de fútbol con mi padre, de pie, en aquella grada lateral del fondo norte, a mitad de camino entre la línea de fondo y el centro del campo..


Aquel verano de 1985 también fue increíble para mí. Al igual que el anterior, mi sitio volvía a estar con “los Vicentes” y así ocurrió; solo que en este año decidí cambiar mi lugar de residencia “oficial”. En lugar de quedarme a dormir en casa de mi tía Encarna, y atendiendo también un poco la invitación de mis primos Pepe Luis y Nieves, me instalé en su casa. Pero vamos, que era todo como el año anterior, que allí solo pernoctaba de cuando en cuando y para pasar revista. Mis primos viven mas cerca de El Quinto Pino y con mi bicicleta el trayecto era menor; por otra parte, le quitaba trabajo a mi tía Encarna de prepararme los bocadillos y hacerme la comida cuando iba a comer; aunque, como siempre digo, fue un honor para mí tener la oportunidad de compartir aquel verano con ellos…


En casa de Pepe Luis se me quedaron grabados varios recuerdos. Uno de ellos es el equipo musical que tenía y un LP, que no me canse de oír aquel verano cuando estaba en su casa, con un sonido extraordinario y aquellos cascos que me permitían oírlo a toda pastilla en el silencio de la noche sin molestar a mis primos…qué maravilla de CRISES de MIKE OLDFIELD …

Y otro es la celebración de su aniversario. Habían quedado con mis padres a comer paella en su casa. Nieves preparó una suculenta y sabrosa paellera a la que no le faltaba detalle. Pues bien, cinco minutos, diez, quince, treinta…y mis padres que no vienen. A esto que ya le da a Pepe por llamar a casa de mi tío Manolo…y heles allí, tan panchos, no se habían dado cuenta de que habían quedado a la misma hora, el mismo día, en dos sitios distintos. El caso es que, para que la paella no se quedase por el “plantón” de mis padres, me puse a comer y me puse morado…A tal efecto que luego no podía ni moverme del dolor de barriga que me dio….
Fue el verano en el que conocí a Sophie; Sophie veraneaba con sus padres y hermanas en Alboloduy, un pueblecito de las proximidades de Tabernas en Almería. Eran franceses, y, dos o tres días por semana, bajaban desde Alboloduy y siempre repetían hamaca en el mismo sitio, allí en la playa de el Quinto Pino. Y comenzó entre nosotros una amistad que permaneció durante bastantes años a través de innumerables cartas entre ambos. Mas o menos con una frecuencia semanal, tenía noticias de Sophie y a su vez, ella mías. Recuerdo que casi no hablaba español, tenía que hablar con ella todo el tiempo en francés y eso me ayudó mucho en clase. Luego pasaron los años y no recuerdo exactamente cuando nos dejamos de escribir; aun conservo aquellas cartas y alguna fotografía de ella y de sus hermanas. Recuerdo cómo nos miraba su padre, y los gestos de desaprobación de su madre hacia él cuando Sophie venía con nosotros a dar un paseo por la playa o a tomar una cervecita al chiringuito…

Aquel verano fue también para mi inolvidable. Aquellos días en los que vino Javi a pasar unos días también allí; aquellas noches en la playa, la noche de las dos lunas, las copas que nos tomábamos por las Cuatro Calles, el pub WAGON, el otro pub que era como un submarino, el Capitán Nemo; también el Maravillas, el Qué e lo que é…… y los ratos interminables jugando a las palas, aquellas volteretas que solo Miguel conseguía realizar como si fuese un perfecto saltimbanqui y que daban milagrosamente con su estirpe intacta y de pie.






Y Stephan el belga, los partidos de futbito en la playa; al final se repetían muchos días del verano anterior pero que quedaron grabados para mi en lo más profundo de mi corazón.

Y entonces aún no teníamos ni siquiera carné de conducir, y mucho menos coche; excepto Miguel y Vicente, pero no importaba, íbamos y veníamos del centro de Almería caminando si era necesario. La Plaza de Manolo Escobar, los sherigan de aquel bar de Ciudad Jardín….


Pasado el verano, nuevo curso escolar y C.O.U. que inicié con dudas. COU ya era un curso al que solo asistíamos por la mañana pero recuerdo que había que comenzar antes; las clases se iniciaban a las 8,00 aproximadamente y terminábamos sobre las 14,00 h; teníamos ciertamente toda la tarde libre para estudiar, o para lo que quisiésemos.
Terminaba el año con mi sorteo del servicio militar, cuarto reemplazo de 1987, en el que Carlos y Rulos saldrían exentos y aquello serviría para una enésima celebración; tuvimos cada uno de nosotros diferente suerte disfrazada de  diversos destinos: algunos a Madrid, otros a Cáceres, Zaragoza,  y el peor, Nacho, durante un año que sería interminable y del que seríamos testigos no presenciales pero sí por correo: Aún guardo igualmente las decenas de cartas intercambiadas con Nacho desde Melilla...


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