El Tren
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Estación de Atocha en los años 70 |
En muy pocas ocasiones, viajamos en el tren. Aquel tren
parecido al Expreso de Medianoche y que salía de la vetusta Estación de Atocha,
y que hace unos 11 años desapareció del trayecto ferroviario Madrid-Almería, víctima
de los planes propagandísticos y electorales de un AVE que a fecha de hoy aún
está por llegar.
Fue el viaje a la boda de mi prima Lolita y Juan; aquellos
trenes nocturnos eran un viaje al siglo XIX, a los trenes de carbón o a la
locomotora de vapor. Los compartimentos eran especialmente estrechos.
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Pasillo del Expreso a Almería |
Cada
habitáculo permitía dormir a 6 personas, tres a cada lado y en literas cuyo
ancho no creo que tuviera 70 cms. Y por supuesto, si tu familia era de cinco
componentes, había un “sexto” inquilino que era un desconocido, o desconocida,
y en quien supuestamente confiabas para poder descansar en su compañía.
Los asientos eran especialmente incómodos; la tela era un scai de color
azul que, unida a la dureza de aquellos asientos, y por su propia composición,
generaba una atmósfera poco agradable a medida que el viaje avanzaba. Y qué
decir de la noche, seis personas en un espacio tan reducido en el que se
incluía el calzado; en fin, como decía antes, y no exagero, el Expreso de Medianoche.
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Estación de Linares Baeza. |
Tras no menos de veinte paradas, en todo tipo de poblaciones,
algunas más grandes como Aranjuez, Ocaña, Manzanares, Valdepeñas, Guadix; otras
en pueblos bastante más pequeños como Linares-Baeza, donde se desmembraba en
dos; unos vagones seguíamos hasta Almería y otros eran guiados por una Máquina
que allí los recogía, a Granada. Aquella parada era interminable…y ese
inconfundible olor que desprendían las vías, a parte del calor, castigaban la
dureza de un viaje inacabable…
Los viajes en coche
De nuestros viajes a Almería en el Renault 4 tengo escasos
recuerdos. Alguno de ellos me sitúa, en el medio de los asientos traseros -como
siempre-, tirando ropa por las ventanillas, no sé muy bien por qué… Parece ser
que siendo pequeño, ropa que cogía ropa que tiraba por la ventanilla.. Seguro
que me llevé algún pescozón que otro…
En el fondo, , supongo que nosotros eramos unos
privilegiados. En aquellos años 70, no todo el mundo tenía la suerte de tener
coche, mis padres se sintieron muy orgullosos de ello y a medida que pasó el
tiempo, con la visión de una época, de cómo vivíamos en aquellos momentos, uno
se da cuenta de que efectivamente, fuimos bastante afortunados.
Los primeros viajes con el Renault 4, si ya en los albores
de los años 80 con el Renault 12 duraron en ocasiones 12 horas, supongo que se
irían por encima de las 14 o 16 horas. Sin autovías, sin autopistas, sin
desvíos, todo carreteras nacionales de doble sentido que atravesaban campos
eternos. Aun recuerdo al asomarnos por la ventanilla y ver esas llanuras
amarillas, repletas de girasoles que conformaban una vista extraordinaria…
Y entre las lomas, montes, olivos y flora de la mitad sur de
España, esa publicidad que hoy dia sobrevive en forma de esos grandes carteles,
memorables y a la vez inolvidables…
Qué bonito era ver amanecer, con qué ilusión nos
desperezábamos y nuestros ojos se abrían despacio, buscando los primeros rayos
de sol tras un buen rato de sueño. Al ser viajes tan largos, solíamos salir muy
de madrugada y nos pillaba la aurora ya de camino. Recuerdo esa sensación con
mucha añoranza; tener la oportunidad de ver amanecer….increíble…Viajábamos sin
cinturón de seguridad en los asientos traseros, y nos tumbábamos, intentando
aprovechar el espacio para dormir, con aquellas mantitas tan acogedoras…
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Gasolinera de Tabernas |
La duración del viaje te permitía ver amanecer, y volverte a
dormir antes de que bien entrado el día mis padres decidieran hacer una parada
para ir al wc, o también para echar gasolina.
En aquellas gasolineras antiguas
podías comprar las cintas en aquellos expositores, o las famosas navajas de
Albacete que mi padre siempre compraba alguna…
O incluso poner algún disco en aquellas máquinas fabulosas que devolvían música y también sueños a cambio de una moneda…Aunque normalmente poco tiempo teníamos en ese momento; intentábamos retomar el largo viaje lo más rápido posible para evitar, con ociosas paradas, que su duración se prolongase innecesariamente.
Aunque la mayor parte de mis recuerdos cogen cuerpo con la
llegada a mi casa del Renault 12. Este último fue un coche avanzadisimo para su
época, era el modelo TS y tenía un gran repris. Para evitar dejarlo aparcado
en la puerta, mi padre lo guardaba en un local que era propiedad de mi tío
Luis, y que no tenía vado. Así, en los fines de semana que era cuando mi padre
lo usaba, nos mandaba a ver si se podía sacar el coche, si no habían aparcado
en la puerta. Y volábamos para avisarle de que estaba libre. Así durante unos cuantos años.
Recuerdo jornadas de 12 horas de camino, pasando por
infinidad de pueblos, villas, pedanías, parajes…. Recuerdo los cien mil
semáforos de Albacete, la agonía que era cruzar Lorca en pleno miércoles santo,
el desvío que aprendió mi padre por una carreterilla infernal, ya en la
provincia de Almería, “El Barranco del Río Aguas” que mirabas a través de la
ventanilla apretando los dientes por el vértigo…
Este manuscrito pertenece a mi diario, y en él quise
reflejar los pueblos por los que pasábamos en uno de esos viajes. Tampoco
existían variantes que rodeasen los pueblos; tenías que atravesar cada uno de
ellos por el centro, que en casi todos los casos pasaba por su Plaza Central
y/o Iglesia correspondiente.

El Renault 12 disponía de un
equipazo de sonido estéreo, con dos altavoces en la bandeja inferior, que
proporcionaban un sonido de alta calidad. Allí, en esos viajes, sonaban, entre
otros, los Grandes Éxitos de los Bee Gees, la Gran Premier y la Nueva Gran
Premier, “Ansiedad” de Albert Hammond, “Chiquitita” de Abba, los “Panchos” y
“Tiempo de Otoño” de José Luis Perales… Es como si fuese ayer, veo a mi hermano
en el asiento izquierdo, mi hermana en la ventanilla derecha y yo como era el
pequeño, en el medio. Madre mía la de protestas que tenía que llevar a cabo
para que me dejasen un rato en la ventanilla. Claro, eso cuando fui mayor, porque cuando era más pequeño, ideé una estrategia que en más de una ocasión me sirvió: y era que amenazaba en que como no me dejasen ventanilla, me “cagaba”, y así tenían que cambiarme. A veces funcionó…
En aquellos viajes a Almería, la preparación del viaje era ya todo un ritual. Recuerdo a mi padre haciendo el chequeo al coche, él se encargaba de todo o casi todo lo relacionado con la mecánica del Renault 12; todas las revisiones las hacia él y solo cuando la misma lo requería, llevaba el coche a la Casa Renault. Eran los tiempos donde a los coches había que hacerle el necesario kilometraje cuando eran nuevos. Y la noche anterior al viaje; mis padres no nos decían que salíamos para Almería pensando que no nos enteraríamos y así podríamos dormir plácidamente hasta el momento, en plena madrugada, en que nos sacaban literalmente de la cama para llevarnos al coche. Nosotros éramos conscientes, casi siempre, de que nos íbamos. Sólo había que observarles, mi padre, especialmente mi madre, con esa ilusión de regresar a su tierra…
Como dije antes, tardábamos en
ocasiones doce horas en llegar. A medida que fueron pasando los años y la obra pública
fue mejorando las carreteras, este tiempo se fue reduciendo. A mi padre le gustaba
más el camino por la provincia de Toledo, Cuenca, Albacete, Murcia y Almería
que el de Despeñaperros. Pasábamos por mil pueblos, el viaje era interminable.
Y comíamos de bocadillos, nada de restaurantes que no estaban las cosas para
esos lujos.
Albacete se hacía eterno; unas
rectas llenas de semáforos que nos retenían una y otra vez. Lorca…donde durante
una temporada donde vivieron allí mi tío Inocencio, mi tía y mis primos.
Recuerdo cuando nos contaban como se vivía allí la Semana Santa, si eran
blancos, o azules, y los vecinos que tenían, y las disputas familiares a la
hora de elegir color, y moros o cristianos...
Y al llegar a Almería, ese olor tan característico del mar, y, como hoy en día la humedad que se acoplaba a los cristales al amanecer o al anochecer. Y el olor a abono cuando salíamos de Los Molinos y entrabamos en los límites de La Cañada, y, por fin, El Alquián. Muchas veces llegábamos ya avanzada la tarde, de noche, y mis padres se quedaban hablando con mi tía Lola durante algunas horas, poniéndose al día tras el largo periodo de tiempo en el que no nos habíamos visto. A la mañana siguiente, me levantaba rápido para ver a la Abuela Carmen, que me esperaba sentada en su “despensa”, me cogía la mano y me contaba, con muchísimo cariño, historias de la familia, de su matrimonio, de su vida en la Almería de comienzos del siglo XX.
Y en el fin del verano, cómo cuando nos íbamos alejando de El Alquián y a medida que el coche
tomaba distancia, de mí se adueñaba una tremenda tristeza que a menudo
desembocaba en lágrimas que caían sobre mi camiseta en silencio, con mi cabeza
pegada a la ventanilla, añorando unos días que siempre fueron maravillosos y
pensando cuántas semanas quedarían para regresar a una tierra que aunque no me vio
nacer, me dio la vida…
Como nos ocurre a todos, siempre
he sentido esa necesidad de haber disfrutado más tiempo de quien hoy ya no
tengo. En la vida, te das cuenta del valor que tienen o han tenido las personas
cuando se alejan de ti, ya sea en el espacio o en el tiempo; eso no quiere decir
que no valoremos a quien hoy, o aquí, tenemos. Es la ausencia, la imposibilidad
por la pérdida de esas coordenadas lo que te hace cerrar los ojos y poner la
máquina del tiempo en marcha. Y aceleras. En unos segundos, tu mente te hace
contactar: les tocas, les ves, puedes sentir a aquellos que te han acompañado
en tantos y tantos kilómetros de este viaje. Y dejas escapar incluso una
lágrima de emoción…hasta que en el silencio de la noche, cuando el alba da
color a la oscuridad, suena ese bendito despertador que te recuerda que es la
hora inevitable de volver….
Madre mia los viajes de aquella época .... duraban una eternidad, pero era maravilloso hacerlo. Me acuerdo muchísimo del R4,era el coche mas divertido de la história, cuando podíamos mi hermano y yo nos metíamos también con vosotros en aquel coche que parecía que crecía,nos juntábamos 5 crios en la parte de atrás y era un continuo reir y cantar y reir otra vez. Y tus padre no se quedaban atrá, eranla monda no se me ha olvidado jamás.
ResponderEliminarY en esas circunstancias, como tu dices, reucerdas a quienes se han ido, y esperando ese amanecer de muchos días, piensas que un no entiendes, aauqnue han pasado muchos años, que no es justo y sigues teniéndolos en tu mente y en tu corazón y a veces cierras los ojos y casi los puedes tocar.
Gracias primo por darme la oportunidad de volver a vivir tofdos aquellos momentos.
En aquel Renault 4 llegabamos a subirnos 10 o 12 niños para bajar a la playa en Almería, era como el camarote de los Hermanos Marx.. Y sin aire acondicionado y con aquellas ventanillas que se abrían tan poco... Aquellos años, como las personas que recuerdas, Luisa, nunca se fueron, están ahí para que con ellos, volvamos a vivirlos. Gracias a ti por seguir a mi lado, prima.
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