1983
Había acabado ya mi etapa del
Colegio y era emocionante ese paso, el cambio al Instituto. Aunque como siempre
ocurre, la rumorología anunciaba un futuro nada halagüeño: “Ya verás, allí no vayas a pensarte que vas a sacar esas notas…” “A ver si te crees tú que va a ser como
en el Colegio, que allí no están pendientes de vosotros…” y así, un mensaje
tras otro. Algo habitual, y sucesivo generación tras generación.
Este no gozaba de sede propia, compartía instalaciones con el antiguo
Colegio San Roque, muy cerquita de lo que hoy en día es la Estación de
Cercanías de Puente Alcocer. Unos años más tarde, y después de mi paso por allí
(solo estuve 1º de B.U.P), el Instituto afianzó instalaciones propias próximo
al Parque del Obispo y cambió su nombre por el de Instituto Celestino Mutis.
Cuando llegué al Instituto, los
avisos recibidos confirmaban la realidad. Yo, que nunca había suspendido una
asignatura, me encontré con el primer varapalo. 1ª evaluación de Ciencias
Naturales, Insuficiente. No daba crédito; yo, que había aprobado siempre,
recibiendo las notas que incluían ese "cate". Y, como es lógico y normal, la
noticia de mi suspenso no fue demasiado bien recibida por mis padres,
acostumbrados a otro tipo de notas. Al
finalizar el curso pude remontarla, no sin gran esfuerzo porque la forma de dar
las clases me sorprendió. Teníamos un profesor de Lengua Española, que se
llamaba Don Luis Rejas, que había tenido el orgullo de dar clases al Rey hoy
emérito, Juan Carlos I. Era la viva imagen del antiguo régimen, dirigía las
clases con una autoridad paralela a su avanzada edad, y sólo si eras capaz de
replicar con literalidad exacta los apuntes que nos daba al dictado, conseguías
aprobar. No perdonaba una coma, y, muchísimo menos, una tilde.
Las clases comenzaban a las 17,15,
una vez que el horario escolar de la E.G.B había finalizado. Aquellos mini
pupitres donde nos sentábamos eran de Liliput; los más grandes, como Juan
Miguel Gómez Calle (Juanmi) no sabían qué hacer con sus piernas. Allí conocí
también a Pedro Arcos, y compartía clase también con Maximino Mena, que también
se había incorporado al Instituto. Menos mal, así no estaba solo. Y también conocí al “Piojo”, de quien no
conocía el nombre ni reconocí hasta años después que mi amigo Juan Luis me
dijo: “tío, si yo era el piojo”. . Al Instituto también habían llegado Álvarez
y Piti, pero estaban en otras clases.
Menudos partidos nos echábamos en
aquel patio con un terreno completamente exabrupto e irregular, que tenía unas
grietas considerables. Las clases eran muy cortas, 45 minutos, y salíamos a las
9,15. Al llegar tan tarde a casa, mi madre ya siempre me tenía preparada la
cena porque ellos ya habían cenado. Recuerdo aquellas mini bandejitas metálicas
que introducía en el horno (no había microondas) con un huevo, chorizo, jamón,
espárrago…todo aquello que sirviera. Y también los bocadillos gigantes de
salchichas; qué le voy a hacer, he sido siempre de comer mas por la boca que por los ojos...
Pero el horario no tenía nada
convencido a mis padres, y a lo largo del curso, decidimos el cambio
al Instituto de Orcasitas, dónde había estudiado mi hermano. Sobre todo por esa
jornada nocturna, que en invierno ciertamente se hacía dura, y desconociendo
que al cabo de los pocos años, se haría diurna con el paso al nuevo recinto. Y al
acabar el año escolar, solicité el trasvase de expediente de un Instituto a
otro, para comenzar 2º de B.U.P en Orcasitas ya en septiembre de 1983.
Aquel año, 1983, ya con 15 años
cumplidos, había vuelto a jugar con mis amigos al fútbol. Qué frío pasábamos
aquellos sábados por la mañana, a las 08,00 h, camino del Polideportivo de
Orcasitas a jugar en los campos 1, 2 y 3. El campo 3 era el que estaba en la
parte de arriba; un poquito más pequeño, pero los otros dos eran olímpicos. En
caso de lluvia, el campo 1 se convertía en un barrizal. Los tres eran de
tierra, que cuando tomaba contacto con tus rodillas, manos o piernas, te dejaba
bonitas quemaduras. Otras veces
jugábamos en Pradolongo, donde había dos campos, uno de ellos entre escombros,
el otro al menos tenía un recinto aunque cara a las encerronas que nos hacían,
no sé yo qué era mejor y qué peor. También jugamos en el campo del Zofio, en la
Plaza Elíptica, o en aquel campo que se situaba próximo a las Torres de la
Ciudad de los Ángeles, y que hoy se asienta la M40 sobre lo que fuera ese terreno
de juego. Entrenábamos en Ibercoal los sábados si jugábamos los domingos, y
algún viernes cuando llegaba el buen tiempo.







Mes de octubre, tarde de domingo, invierno, volvíamos de la Casa de Campo donde habíamos
ido a tomar café a aquel Kiosco próximo al teleférico. Al regreso a casa, ya
comenzando la noche, quedé con Maxi para darnos una vuelta por los billares,
por Villaverde. Muy cerca de lo que era el Banco de Vizcaya, me rodean dos
chicos más mayores que yo. Uno de ellos se dirige a mí y me dice que me quite
el abrigo. Y yo, que apreciaba aquel Mc Cloud que había heredado de mi hermano
(aunque no era el original, yo heredé uno que pudo recuperar mi hermano porque
a él le habían dado el cambiazo en una fiesta de Nochevieja), me negué.
Volvió
a repetírmelo agarrándome de la solapa, yo intenté separármelo de encima y en
ese momento, el otro que estaba al lado…me soltó un puñetazo en el rostro. Al intentar levantarme, otro en la mandíbula que me tiró al solo. Comenzaron a decirme de todo,
y al intentar incorporarme…un reguero de sangre que me brotaba de la nariz
había llenado el McCloud y grité “hijos de puta”; ante los gritos, un hombre
mayor se acercó y los dos desalmados salieron corriendo. Con el rostro ensangrentado, llegué a casa y…. Me quedé una nariz rota, una muela
desplazada de su sitio…pero también el McCloud. Mi tio Inocencio, que entonces
pasaba algunos fines de semana en casa porque estaba estudiando en Madrid, salió pitando junto a mi padre en búsqueda de aquellos dos
matones…sin éxito. Hoy, a veces, pienso que debí darselo a la primera…pero más
que valiente, soy Aries…
Pero aquel incidente no condicionó
los bonitos recuerdos que tengo de aquella época. Por ejemplo, aquel viaje a
Almeria con mis padres y hermanos, con parada previa en la Alhambra de Granada.
Ni tampoco aquellas tardes en los billares, aprendiendo a jugar al Ping Pong al
sonido de aquel reloj de pared en el que media hora parecían no ser 30 minutos.
Y la tarde en Getafe, con mis amigos, aquel Bar Gallego donde me cogí una buena
con el Ribeiro. Y los días inolvidables en el Cerro Alarcón, ya mencionados en
otras entradas…
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Boda de Amalia |
Las bodas de mis primas Mari
Pili y Amalia. En esta última fui testigo.
Recuerdo con cierta nostalgia cuando, en aquel Mesón próximo a las Vistillas al que fuimos a tomar algo, con mis hermanos y primos, todos mayores que yo, en la boda de Paco y Mari Pili, mi prima Amalia se quedó boquiabierta cuando al preguntarme qué refresco quería, le contesté…”un wiski con coca cola mejor”… Las carcajadas se cayeron cerca del Viaducto.. Y luego la Discoteca, Bocaccio, con aquellas moquetas rojas en los aledaños del Museo de Cera de Colón..
Y el verano, el último en
el Cortijo porque al año siguiente pasaría el estío con “los Vicentes” en el
Quinto Pino, pero esa es otra historia que contaré más adelante. Aquel verano,
yo con 15 años y mi primo Jose Manuel con 16 que parecían 25, incluyó momentos
que nunca podré olvidar. Y menos por el futuro que con las garras afiladas
esperaba sin saberlo tres años después. Qué bien lo pasamos, yendo de fiestas
en fiestas con la moto. Aquél concierto de Olé Olé en Campohermoso...
Y cuántas veces tenía que quedarme solo; mi primo Jose
Manuel guardaba cierto parecido con David Hasselhoff, con ese pelo negro
rizado, y, evidentemente, tenía un tremendo éxito con las mujeres. Yo, con mi
cara de niño, me daba una vuelta por las fiestas; me compraba aquellos cigarros
More que me encantaban y al cabo de las horas, volvíamos a vernos. Pero yo era
feliz, bebía, fumaba, tonteaba con las niñas cuando tenía oportunidad,
compartía risas, música, todo, con mi primo y sus amigos . Francisco José (el ronquillo), Erick el
belga que tenía un descapotable blanco, con el que nos paseábamos por el Paseo
de Almería y yo me creía el propio compañero de Starsky…

Y para contar, otra anécdota en Almería: Apartamento de mis tíos Inocencio y Rosalía en Retamar. Unos
de los amigos que allí hicimos, Víctor y Silvia, familia alavesa que había
alquilado allí un apartamento, también en las Burbujas. Y Roca, ese chico de
nuestra edad, espabilado no, lo siguiente. Y no se nos ocurrió otra cosa que
hacer una fiesta en su casa de Almería, en la calle Artés de Arcos. Madre mía. Tanto,
que algún vecino llamó a la Policía. Yo no sabía donde meterme cuando se
presentó en el piso una pareja de Policías Nacionales y nos pidió la documentación.
Yo pensaba (mi tío me mata, mi tío me mata) mientras intentaba reanimar a Roca,
en estado de coma etílico, y a Silvia, también inconsciente, en el dormitorio
de los padres de Roca. “Si se enteran mis padres, no me dejan volver a Almería”.
No sé ni como regresé a Retamar, creo recordar que cogí el ultimo autobús nocturno
porque aquella fiesta había sido por la tarde…
Al día siguiente, en la piscina,
empiezo a oir a la familia que estaba al lado… ¿Sabes lo que pasó ayer? Pues se
juntaron varios chicos de aquí en casa de Jorge Roca y tuvo que ir hasta la
policía del escándalo que tenían, tomaron drogas, y se encontraron al chico
medio muerto y a la vasca…Yo miraba de reojo por si aparecían mis tíos…que se
enterarían seguro de que yo estuve metido en aquella historia, pero nunca me
dijeron nada…
Un año aquel de 1983 donde mi amor por el Real Madrid me dio
unos cuantos disgustos, en concreto cinco. Subcampeones de Liga empatados a
puntos con el Athletic, viajé a Zaragoza a asistir a la Final de Copa frente al
F.C. Barcelona de Maradona. Recuerdo aquel viaje, con mi hermano, mi padre y mi
tio Luis. El paseo por Zaragoza, las cervezas en el barrio de El Tubo, los
prolegómenos del partido y la tremenda decepción cuando Maradona envía el balón
para que en el último minuto lo rematase Marcos. Y al regreso, pedrada en el
autobús y vuelta para Madrid con un cartón en el hueco del incidente.

Y mientras tanto, en España se producía la expropiación de RUMASA, nuestra jornada laboral pasaba a ser de 40 horas semanales y se producía en Madrid el incendio de la discoteca Alcalá 20. Se despenalizaba el aborto, y en el mundo Ronald Reagan iniciaba la llamada Guerra de las Galaxias.
El año se íba, yo desde septiembre había empezado mi andadura escolar en el Instituto de Orcasitas y se presentaba un nuevo año que para mí, por muy diferentes razones, fue de los más recordados de mi vida. El Instituto Orcasitas, AJUVA, aquel verano de 1984...forjaron recuerdos que no olvidé y que próximamente os contaré...
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