viernes, 21 de diciembre de 2018

¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO!


Reconozco que siempre me ha gustado la Navidad. Sí, ya sé que es una época difícil, que la ausencia de aquellos que un día se alejaron definitivamente de nosotros se convierte en una carga que parece tener más peso en estas fechas. Días también de ciertas contradicciones por no llamarlas hipocresia,  dónde por la sinrazón de la costumbre a veces compartes con quienes durante el año parten y reparten sin piedad...  Noches de luces y sombras, de penas y alegrías; tardes a veces inolvidables y otras para olvidar,  a veces en compañía y otras, como le ocurre a tanga gente, en soledad.
Sí, la Navidad también es eso…

Para mí, intentando superar la cara oculta de lo que a veces no queremos y otras no podemos ver,  Navidad significa algo mucho más profundo, entrañable y cálido. Siempre he amado la Navidad. 

Tiempo, para el regreso, para el “Vuelve…a casa vuelve…por Navidad…”, tiempo para las Cestas  pululando por el Metro, momentos de reencuentro, cenas y comidas de Pascua que terminan a las mil horas, miles de bombillas adornando  las restricciones del acceso a Madrid Central, los puestos para comprar en la calle, esas castañas que parece que en estas fiestas tan señaladas  cobran un sabor especial. 

Es verdad, Navidad son también olores, sensaciones, sabores, atascazos y una calle Preciados intransitable; una buena película en el Cine una tarde de lluvia, o como cuando era niño, ir a patinar a la extinta Ciudad Deportiva…

Me gusta la Navidad. Me gusta saber que Madrid se hace más grande, cada puente de la Inmaculada, para recibir millones de visitas de gente que viene a comprar Lotería, a la Plaza Mayor, a ver Cortilandia, a comerse ese fantástico bocadillo de calamares, a ver los Belenes que recrean el Nacimiento de Jesús. 




No soy una persona excesivamente religiosa; no hace demasiadas semanas pude volver a hacer las paces con Dios, cosas mías, pero me encantaba ir a misa el día de Navidad. Antes de ser marido, y luego padre, pude practicar esta afición, no con excesiva aunque sí con agradable frecuencia. Me resultaba gratificante, incluso quizás más a mi alma, porque siempre he pensado que amar la Navidad podría hacer de mí mejor persona, y confieso que aún lo creo, aunque no sé si lo consigo...





Aunque la Navidad realmente sucede todos los días. Hace esacasa fechas  tuve la sensación de disfrutar de una Nochebuena que ocurría a cien metros del mar, en Almería, tomando unas cervezas y unas tapas con mi prima Mari Ángeles, sus hijos y nosotros, rodeados de un Sol espléndido y a escasos cien metros de mi recordado Quinto Pino...



O con esa bendicion de criatura venida para alegrarnos que se llama Gabriel y a quien tuvimos la suerte de acompañar en su Bautizo...Porque esa sensación era la misma, la de la alegría de volver a vernos y poder, sobre todo, compartir momentos, hacer historia y formar parte de la de los demás. 

Navidad también es ese 22 de diciembre, el soniquete de los niños cantando la lotería. No tengo paños calientes para reconocer que no me gusta nada ver a la gente en los informativos en televisión, celebrando, copa en mano y decimo en la otra, cómo les ha tocado la Lotería. Es envidia, humana, sencilla, no sé si sana, pero envidia. 



Nunca pensé en esa frase de “La mejor lotería es la salud”, que se convierte en un tópico, especialmente cuando no te preocupa, pero que cuando lo hace deja de serlo para transformarse en un suspiro…en una respiración agitada y en una mirada perdida hasta que te renuevan esa bendita prórroga..

Pero no hace falta temer por la salud para adorar el tiempo de Adviento. Yo siempre he disfrutado muchísimo de la Navidad, como cuando asistía con mis amigos y compañeros a la Plaza Mayor de Madrid. Y cómo disfrutaba, ese último día de clases, especialmente cuando terminaba cada curso de B.U.P y C.O.U. para acudir, desde Orcasitas,  a tomar contacto con el sabor de la litrona, el olor y el sabor de algunos cigarros furtivos, el tacto de la amistad, la alegría del brindis y las lágrimas de las despedidas… Aquellas tortillas en el Mesón de la Mazmorra o de la Tortilla, tardes noches de Navidad entre canciones, guitarras y apologías a la amistad, dulces recuerdos del regreso en el búho, solo o acompañado, bañado en juventud y en nostalgia…

Es navidad, igual que lo fue hace 35 años cuando participábamos, con una ilusión solo comparable al esfuerzo que nos acompañaba, para crear aquella Carroza de Romanos en las Carrozas de Reyes de la Junta Municipal de Villaverde. Tardes y tardes de trabajo, como en Fuenteovejuna, todos a una, entre clavos, astillas y entre chapados, pintura y mucha imaginación. Y como lo disfrutábamos, viendo desde la humilde altura de aquel carruaje, las sonrisas de esos niños que abrían sus manos de par en par para recoger algún caramelo… Una experiencia inolvidable, sin duda, no solo por experiencia, ni tampoco por inolvidable, sino más por haber sido compartida, en amistad, pero también en Navidad…

O cuando organizábamos nuestras increíbles fiestas de nochevieja en La Talanquera, local generosamente cedido por la Parroquia de San Andrés y que como ya he contado anteriormente, se convirtió en el centro de Operaciones de AJUVA. Aquel improvisado ropero, aquel traje de Kung Fu con el que se vistió Miguel Ángel, nuestros turnos de barra, los tickets de las consumiciones y los bidones negros repletos de hielo y bebida…



Recuerdos que viajan disfrutando de la Nochebuena en el Distrito 21, el local de Paco, Nico y Alberto… Navidades que transcurrían al ritmo de la música, entre baile y alegría, una noche sí y otra también, en el momento, en la víspera, en el after… Y a las 22,00 horas, corriendo a casa porque ya va siendo hora y menuda movida me van a montar si llego más tarde… Pero era Nochebuena…



También recuerdo una Nochebuena, años antes, que tuvo para mí un carácter especial; quizás porque fue una de las primeras veces que podía sentir en mis piernas el efecto del alcohol, acompañado de mis amigos, aquella plaza cercana a la Parroquia de Nuestra Señora del Pino… Esa misma noche, entre risas y lágrimas, cogiendo el 131 para ir a cenar a casa de mis tíos en Carabanchel, y perderme entre la niebla de aquellas calles sin poder llegar a tiempo de sentarme a degustar el sabroso cabrito de mi tía Antoñita…allá por la calle Mirabel…


Navidades escuchando Last Christmas de Wham que me recuerda al Ford Fiesta de mi amigo Javito y las Mil y una noches en él vividas, desde Chinchón (y no por las Cuevas del Vino) a casa de mi amiga Yoli niña, viendo la cara de sorpresa de sus padres, pobrecitos, cuando veían que su niña de 16 años se iba de fiesta de Nochevieja con aquellos jovenzuelos con derecho a voto y  guiados por quien sabe qué intenciones… Y el Año nuevo de Mecano resonando una y otra vez en la pletina de mi Radiocasete….




No tendría entradas en este blog para recordar tantos y tan bellos momentos; miles supongo. Uno en la retina, aquella borrachera en la trastienda reformada del local, ya extinto como Tienda de Juguetes, y que nos permitió a mi primo José Manuel y a mí, brindar por la amistad, por la vida, por todos nosotros, y que dio con nuestros huesos en aquel frio suelo cuando la tenue luz del día queria abrirse camino. Fue una noche mágica, inolvidable, que nos unió muy por encima de la distancia que hoy nos separa. Una noche escuchando a Luis Eduardo Aute, entre sueños y confesiones, cantándole nuestras penas y alegrías "Al Alba"...






Y siguiendo con mi Historia, volveré a repetir el día 31 ese momento que un día sorprendió a mi cuñada MariCruz cuando su cuñadito, sin mediar palabras, tomó la Copa de Champagne del ajuar y, de espaldas, la lanzó, hasta que rompió en mil pedazos…
Pobrecilla, que cara se le quedó… Pero aquello se convirtió en Leyenda, esa que hará que como ocurre cada año, vuelva a romper en diminutos cristalitos esa copa, vaciando sus últimas gotas sobre mi cabeza, de espaldas, para que con esa rotura se vayan los malos rollos, la mala suerte, y que todas las desgracias e infortunios que forman parte de lo cotidiano, se espanten y nos dejen vivir tranquilos...










Mis pensamientos vuelan a aquella cena de Nochebuena de 1991, algo más de dos meses después del largo viaje que mi padre había iniciado. Una triste velada entre lágrimas ocultas, sorbiendo el dolor y mal trago de la ausencia quizás camuflado por una copa de vino tras otra.


Porque las ausencias duelen, pese a los años, pese a los silencios... Ellos no pueden ya hablarnos, decirnos, guiarnos...




Sin embargo, y aunque cada año que pasa parece que a todos se nos baja alguno de nuestro tren, en realidad se suben al AVE de nuestros recuerdos, de nuestra admiración, de nuestro cariño. Por eso para mí es tan importante recordarles, mantener sus miradas vivas entre nosotros, también estos días en los que, es verdad, tanto les echamos de menos...






Fotografías que dejan huella de momentos que forman parte de un Cuento de Navidad que empezamos a escribir cuando eramos pequeños, cuando respiramos y mamamos esa alegría de la familia y que afortunadamente hemos intentado replicar, a veces con mayor o menor éxito, pero siempre con una extraordinaria ilusión... Papá Noel disfrazado de mis hijos, siempre nos ha aportado esa magia que rodea estas fiestas tan entrañables. 




Eso es, para mí, la Navidad, esa sensación de querer y sentirte querido, de buscar errores en este fin del calendario y de prometerme a mí mismo lealtad y sabiduría para no tropezar en los mismos muros. Yo, que no soy inmortal como aquellos a quienes tanto echamos de menos y que llegaron ya a su destino, vivo la Navidad con emoción, con respeto a quienes celebran el Nacimiento de Jesucristo, y sobre todo, con cariño, esa palabra que me permite caer y volver a levantarme sucesivamente, y que, por casualidades del destino, nunca puedo devolver la inmensa cantidad que recibo.

¡Feliz Navidad y Feliz año Nuevo!
                                                

2 comentarios:

  1. Aunque han pasado años, todavía recuerdo con total claridad esa Nochevieja. Fue una de las épocas más felices que he vivido. La amistad que tenemos ha prevalecido con los años aún con rachas sin saber los unos de los otros.
    Con el paso del tiempo el sentimiento y el cariño hacia vosotros se ha ido afianzando y para mí representas la palabra AMISTAD en el más amplio contexto de la palabra.
    Gracias por estar ahi, disfruta mucho de la Navidad que tanto te gusta.

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    1. Nos conocimos hace muchísimos años; Pili "la pollera" y tú; qué tiempos amiga Yoli... La de risas y juegas que nos pegábamos!! Es verdad, luego hubo una época que se convirtió en un paréntesis en el que prácticamente no volvimos a coincidir. Aún así, y a la vista está, el cariño y nuestra Amistad no entiende de tiempo y aunque éste pase, cuando nos reencontramos, volvemos a reir y a disfrutar de esa gran amistad. A nosotros no nos ha hecho falta que llegue la Navidad para reencontrarnos, con una Comunión fué suficiente.. Gracias por tus palabras, sabes que te aprecio muchísimo querida amiga Yoli niña.

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Si has formado o formas parte de mi viaje, estoy seguro de que tendrás algo que decirme...